Torquemadas sin oro, ni plata, ni siquiera azabache. La Inquisición taurina es inasequible al desaliento. El “impío oficio” lo ejercen las clases pasivas de la tauromaquia que viven —como buenos sindicalistas- del momio y de prestado en la sede de la Patronal.El comadreo en los toros de hoy es moneda de curso legal.
El Sombrerero es novillero sin posibles pero con posibilidades, como testa su actuación en Madrid, el San Isidro, pasado. Como tal encontró padrinos que, al parecer, le hacían torear más que por sus meritos, indudables, por el dinero que “ponían” sus mentores par hacerlo. Lo han hecho casi todos. Pero desde su presentación en Las Ventas, el chaval, fue el primero en querer quitarse el hierro y desprenderse de sus protectores para probarse a sí mismo.
Ahora, ayer domingo, le tocaba recoger frutos, y estaba anunciado, otra vez, en la monumental. Pero mira por donde —no habría previsto incluir entre la legión brutal de asalariados que tiene que soportar un novillero a alguno de los de la Inquisición- le sacaron un presunto pasado oscuro —más quisiera alguno de los inquisidores tener de limpia la cara como él el culo- de torear por el túnel.
Total que los “cobradores del frac” le han pedido sus cuentas con Hacienda, como prueba de tal situación y sus colaterales de impago a la numerosa cuadrilla -para poco trabajo y `poca producción- y en conchabe con los caseros que les acogen (su presidente, testimonial, es el empresario de Madrid por costumbre) no le han visado el contrato por lo cual su gran oportunidad de volver a Madrid y abrirse las puertas del próximo San Isidro se han visto frustradas.
El chaval se lió la manta a la cabeza, se presentó en Anoet (empresarios), preguntó por la sección subsidiados, le nombraron aquello de “a los albañiles” —ellos que desertaron de talochas para ratear del toro- y se puso manos a la obra: grandes destrozos materiales, sin por fortuna víctimas, como diría Arzallus : una chiquillada.
A El Sombrerero le han arruinado la vida. Con todas las diferenciaciones serias y de rigor que se deben de hacer entre la vida como existencia humana y una carrera profesional incipiente, la casuística de resolución de “el Sombrerero” es similar a la del joven de Lazcano que le quemaron la casa por que ésta “pasaba por allí”.
Cuando alguien, de forma arbitraria, discriminatoria e injusta te jode el presente en base a un pasado que todos tenemos (los inquisidores de las miserias del toreo , también), los resortes del mecanismo humanos saltan, como las alarmas, a cualquier provocación, para auto hipotecar un futuro, respondiendo con acciones iracundas, políticamente incorrectas, para que el cinismo de la sociedad meliflua repruebe con la boca pequeña en acto de condena -con reservas de conciencia- y la administración de justicia se tire un pegolete de manual.
Acciones tan violentas como incruentas —de acción y de intención-, por ser solo producto de la ira como respuesta a la injusticia. Acciones tan estériles por errar la diana: los pájaros y no la jaula.
Y en esta jaula del sindicalismo taurino de baja estofa hay muchos pájaros, y alguno de mal agüero.
Por ello, ni apruebo ni repruebo la actitud de El Sombrero porque algún metafísico debe de arriesgar en apuntillar ambigüedades y tópicos: sí, la gallina fue antes que el huevo: y a partir de ahí….. Pero sí me solidarizo con El Sombrerero por caber la posibilidad, como humano legal, de haber actuado igual (La verdad os hará libres, machaca la Iglesia, aunque no predique con el ejemplo; doy fe)).Aunque con la experiencia de los años no cometería el error de bulto de El Sombrero: el objetivo serían los pájaros y no la jaula. Es más eficaz y discreto y todo queda en casa, sin jueces ignorantes.
¡Digo!, conociéndoles, ya les estoy esperando, con grabadora primero —avisan siempre paras intimidar- y con matón después, para que las fuerzas, al menos por una vez, se equilibren en el temor y la constante intimidación.
El Sombrerero es novillero sin posibles pero con posibilidades, como testa su actuación en Madrid, el San Isidro, pasado. Como tal encontró padrinos que, al parecer, le hacían torear más que por sus meritos, indudables, por el dinero que “ponían” sus mentores par hacerlo. Lo han hecho casi todos. Pero desde su presentación en Las Ventas, el chaval, fue el primero en querer quitarse el hierro y desprenderse de sus protectores para probarse a sí mismo.
Ahora, ayer domingo, le tocaba recoger frutos, y estaba anunciado, otra vez, en la monumental. Pero mira por donde —no habría previsto incluir entre la legión brutal de asalariados que tiene que soportar un novillero a alguno de los de la Inquisición- le sacaron un presunto pasado oscuro —más quisiera alguno de los inquisidores tener de limpia la cara como él el culo- de torear por el túnel.
Total que los “cobradores del frac” le han pedido sus cuentas con Hacienda, como prueba de tal situación y sus colaterales de impago a la numerosa cuadrilla -para poco trabajo y `poca producción- y en conchabe con los caseros que les acogen (su presidente, testimonial, es el empresario de Madrid por costumbre) no le han visado el contrato por lo cual su gran oportunidad de volver a Madrid y abrirse las puertas del próximo San Isidro se han visto frustradas.
El chaval se lió la manta a la cabeza, se presentó en Anoet (empresarios), preguntó por la sección subsidiados, le nombraron aquello de “a los albañiles” —ellos que desertaron de talochas para ratear del toro- y se puso manos a la obra: grandes destrozos materiales, sin por fortuna víctimas, como diría Arzallus : una chiquillada.
A El Sombrerero le han arruinado la vida. Con todas las diferenciaciones serias y de rigor que se deben de hacer entre la vida como existencia humana y una carrera profesional incipiente, la casuística de resolución de “el Sombrerero” es similar a la del joven de Lazcano que le quemaron la casa por que ésta “pasaba por allí”.
Cuando alguien, de forma arbitraria, discriminatoria e injusta te jode el presente en base a un pasado que todos tenemos (los inquisidores de las miserias del toreo , también), los resortes del mecanismo humanos saltan, como las alarmas, a cualquier provocación, para auto hipotecar un futuro, respondiendo con acciones iracundas, políticamente incorrectas, para que el cinismo de la sociedad meliflua repruebe con la boca pequeña en acto de condena -con reservas de conciencia- y la administración de justicia se tire un pegolete de manual.
Acciones tan violentas como incruentas —de acción y de intención-, por ser solo producto de la ira como respuesta a la injusticia. Acciones tan estériles por errar la diana: los pájaros y no la jaula.
Y en esta jaula del sindicalismo taurino de baja estofa hay muchos pájaros, y alguno de mal agüero.
Por ello, ni apruebo ni repruebo la actitud de El Sombrero porque algún metafísico debe de arriesgar en apuntillar ambigüedades y tópicos: sí, la gallina fue antes que el huevo: y a partir de ahí….. Pero sí me solidarizo con El Sombrerero por caber la posibilidad, como humano legal, de haber actuado igual (La verdad os hará libres, machaca la Iglesia, aunque no predique con el ejemplo; doy fe)).Aunque con la experiencia de los años no cometería el error de bulto de El Sombrero: el objetivo serían los pájaros y no la jaula. Es más eficaz y discreto y todo queda en casa, sin jueces ignorantes.
¡Digo!, conociéndoles, ya les estoy esperando, con grabadora primero —avisan siempre paras intimidar- y con matón después, para que las fuerzas, al menos por una vez, se equilibren en el temor y la constante intimidación.