15 de julio de 2009

En hombros Juli y Perera

Tres orejas cortaron el madrileño y dos Perera. La de más peso la cobró Morante con “cuvillos” toreablemente comerciales.

Pamplona volvió a la normalidad tan solo unas horas antes del “pobre de mí”. El encierro del lunes volvió a ser lo que pretende. Limpio, rápido, apasionante para los corredores y divertido para los espectadores, sin obviar su carga de tensión porque el peligro siempre está latente, y el de hoy de los “cuvillo”, modélico, precioso y limpio; el mejor. Tarde para poner broche de oro que disperse de cualquier análisis a la totalidad de la feria: mediocre.

Volvía Morante a Pamplona en el momento más maduro de su carrera y después de ocho años de ausencia. Por ser plaza a contra estilo el reto tiene relevancia, más en un momento en que se podía haber permitido el lujo de orillar feria con toro tan grande y sus asperezas derivadas. Y El Juli a “dar leña” a aquellos que en Madrid lo quisieron jubilar, el coso y “su toro” eran propicios. Perera, inédito el día anterior por culpa de los “fuenteymbros” tenía ocasión de sacarse la espina.

Y a las seis y media el último “tararí” de San Fermín.

El primer toro no dio opción a Pamplona ver a Morante con el capote. Abanto suelto y huidizo, se ahormó en el caballo y comenzó a fijarse en telas y bultos; un apunte de chicuelinas de Morante fue su guiño de disposición. De pesada embestida pero noble, algo soso y medio viaje, humillando, Morante le cogió la distancia y se la dejaba puesta para ayudarle a embestir. Sin un gesto de más, con naturalidad, le fue haciendo una faena sentida de menos a más basada en el natural y en muy poco terreno. Alargó el trasteo y la última fase, con buen son y tono, bajó la intensidad ante la ausencia de ligazón. Sonó aviso toreando. Lo mató fácil. Oreja de artista y artesano. Muy torero con el capote se mostró el de La Puebla en el cuarto, mejor en el concepto en lances y tafalleras que en los remates, punteados de tan lento como quería concluir. Las dos medias: de firma y rúbrica. Bello comienzo por ayudados a dos manos, primero sentado en el estribo y luego ganando terreno. Protestaba el toro en corto y le obligó al torero a darle distancia y perder pasos entre pase y pase y dar series cortas de muletazos en que la calidad de los mismos se diluía en los espacios, llenados con torería, y pasos para coger sitio. Estocada atrás a paso de banderilla.

El Juli vio devolver al segundo, por perder manos repetidas veces, con un par de banderillas en los lomos. El sobrero no estaba más sobrado de fuerzas, pero mantenía la verticalidad. El toro, en la media distancia, se venía pronto, con la cabeza a media altura, y pasaba. Por abajo, no tragaba. Lo pasó El Juli al natural, con aseo; pero faltó más ajuste, sobró algún enganchón y punteo y deslucía los finales por desplazar hacia fuera. Con la espada: rotundo, ayudó a cortar la oreja. Toro algo brutote pero franco de viaje fue el quinto que terminó bronco en los finales por arriba, mejor por el derecho. El Juli le muleteó por los dos pitones con solvencia profesional en un trasteo de calidad y lentitud de pases con intermitencias. Resolvió con técnica, coraje y espada para sumar otras dos orejas en festejo de liquidación de feria.

Rompió Perera el hielo con tafalleras imperiales en el quite. Toro de más a menos en su noble acometida hasta pararse. Lo que duró lo aprovechó Perera tras saludarle con tres cambiados por la espalda en los medios, en una labor limpia y larga sobre la derecha y más trabajosa por el izquierdo. Un arrimón final, con “cosas” de espaldas y por alto exprimió la pobre condición con que había quedado el animal. Espadazo de buena ejecución y colocación. Trofeo justo; de justicia. Poca fuerza sacó el sexto que mermaron más después de un fuerte derrote en un burladero, corría el tercio de banderillas amagando echarse. Con calidad pero venido abajo exigió de Perera un esfuerzo mental por las continuas interrupciones, se echó dos veces y desarmó otra. El extremeño no se descompuso e intentó justificarse con suma entrega sin más opción que un reconocimiento que tuvo al final saludando. Peor suerte no se puede tener en una feria en la que se actúa dos tardes y, además, consecutivas. Lo mató como si le fueran las orejas en el envite. Y tanto, por sorpresa se cortó oreja que iguala la amabilidad de un público en despedida y devalúa el balance final. Una forma singular de hacer justicia. “a la pamplonica”

Reseña.-
Plaza de toros de Pamplona. 10º festejo de la feria. Lleno.
7 toros de Núñez del Cuvillo, desiguales de presentación y juego.2º devuelto. 1º de media embestida dulzona y humillada.2º bis, noble, poco fondo y cabeza a media altura. 3º noble, a menos.4º mansote, se dejó. 5º moviéndose, asperote.6º mermado en un golpe contra la madera, noble.
Morante de la Puebla, estocada casi entera desprendida; oreja atrás aviso. Estocada casi entera trasera; ovación con saludos.
El Juli, estocada contraria; oreja. Media estocada, dos orejas.
Perera, estocada; oreja. Estocada; oreja.

14 de julio de 2009

Del encierro al entierro

Alguien lo ha escrito, gran contradicción por paradójico: en el toro, la muerte da vida; a la fiesta y a las tradiciones populares en que es protagonista. Cobra su preponderancia, los juegos en torno a él reivindican credibilidad erosionada de suerte y muerte; hace al humano más humilde y temeroso y al oportunista sacar su peor versión carroñera.

Por mucho que lo pretendan, la polémica sobre los toros, los encierros, la abyecta sombra cobarde que proyectan sobre la supuesta negligencia del ayuntamiento de Pamplona, en vela 365 días al año por habilitar máxima seguridad en mano humana, como la mentira, tiene patas cortas.

El refranero se apellida popular (como los encierros y las corridas), y es sabio, siempre, no según convenga. Dice: “no mezclar churras con merinas”.

Borja Domecq había criado a “Capuchino” para que El Fandi le cortara la oreja, u otro torero las dos; o que otro pegara un petardo. Nunca para competir en una carrera de múltiples obstáculos ni en la modalidad de quien llega primero, ni en la de cobrar más víctimas e intensidad de grado.Pero son las reglas de juego en “sanfermines” porque la actual generación navarra y pamplonesa, y la anterior, y la anterior…se han ido transmitiendo lealtad de ancestros, compromiso de sangre con sus antepasados en una de sus más genuinas señas de identidad.

Y por que la “verdad” limpia, pura de intención, de tal manifestación se expandió hasta hacerse universal.

No se abre ningún debate con crédito, sí lo rumorean los morosos de alma, justicieros de lo bueno y lo malo, estraperlistas de votosPerdedores natos que rapiñan la pérdida, accidental y lamentable, de un joven, exponente de la libertad y ejemplar modelo de salud moral, física y mental para succionar el dolor de una familia y una sociedad con el objetivo espurio, a cualquier precio, de ganar adeptos para la secta nacional animalista.

Los encierros, de los que “sanfermín” es santo y seña, son manifestaciones emanadas del altruismo de un pueblo lejos de materialismo y en cuyo presupuesto nunca equilibra su cuenta de resultados entre el debe de los ocasionales accidentes con el haber de los numerosos milagros cada mañana de fiestas a partir de las 8.Si bien para asimilar tal postulado es menester detentar la virtud de la fe (teologal o pagana): en algo. Y la rapiña, cuyo código es mirarse de reojo y escrutarse entre sí, no cree ni en ellos mismos.

Oreja a Ferrera en el único Fuenteymbro posible

Corrida de Fuente Ymbro . Desde su bautizo sanferminero no ha fallado ningún año en conseguir algún premio. Seria, honda y bien armada: en el tipo de la casa.

El primero fue noble animal, sin mucha clase, pero moviéndose mucho, franco; ovacionado en el arrastre. Ferrera calentó al público en banderillas, más con la puesta en escena que el acierto clavando. Faena larga de corte populista de muchos pases, con cierto aire, pero sin obligarle nunca ni meterse con él a fondo. Un espadazo provocó la pañolada y cayó la oreja. Repitió espectáculo en banderillas con más ajuste y precisión a pesar de la dificultad de un toro que marcó tendencia a los adentros. Animal de va y ven, sin mucho recorrido y algo protestón si no iba sometido. Lució Ferrera en la segunda mitad del trasteo en los muletazos, uno en uno, de dentro a fuera. Pinchó, antes de dejar una estocada atravesada. Saludó una ovación.

Perera sorteó un animal muy de público por su agresividad pero malo para el torero. Acostándose por los dos pitones y enmascarando su falta de entrega con su fuerza desleal y que terminó rajándose. Una voltereta escalofriante condicionó una lidia de aguante y ¡tío! De Perera, con semblante sereno y oficio diestro para sortear el gambeteo sin enmendar. Se volcó en la estocada, media en la yema para consumar triunfo; una oreja. El quinto fue el sobrero. Manso de libro, huidizo e inhibido de cualquier pelea pero sin renunciar a buscar “hombre” al menor descuido. Perera no tuvo más opción que matarlo habilidoso pero se eternizó con el descabello.

Daniel Luque tuvo por tercero un toro mansito, limitado de bríos y diciendo poco. El sevillano quiso que el animal se adaptara a su comodidad del toreo en la corta distancia y se afligía. Toro y torero no se pusieron de acuerdo, sin reñir, y todo resultó muy vulgar, incluso el espadazo en los bajos. Genio desagradable desarrolló el sexto. Luque se justificó con disposición y cabeza en el “me quito me pongo “a falta de lucimiento. Prudente a espadas lo pinchó dos veces antes de la estocada.

13 de julio de 2009

Buenos “jandillas” y excelentes “doloresaguirre”

Puerta Grande para Rubén Pinar. Oreja a Fandi y Joselillo. Vuelta para Rafaelillo.

Fin de semana mortal. El viernes, en el encierro caía mortalmente herido, por cornada en la yugular, el mozo madrileño (Alcalá de Henares) Daniel Jimeno. Desde Negocio nuestras condolencia a familiares y allegados. Se corría el encierro de Jandilla, señalado por la estadística de los últimos años, aunque, por fortuna, nunca tuvo percance de similar magnitud.
Por la tarde la corrida. Y los de Jandilla, incluido el tristemente famoso Capuchino, noble, con buen pitón izquierdo, que le cedió, tras su muerte, una oreja a Fandi dejando claro que su destino es una plaza de toros. Toros encastados de distinta condición el lote de Tejela que con el segundo se dispuso a sufrir lo justo y con el quinto a gozar lo asumible desde una ambición muy contenida. El de Rubén Pinar bueno, sobremanera el sexto. Lote que desorejó el joven manchego por distinta condición: amontonado y por fuera en su primero, el espadazo fue de premio. Y más reunido, templado y lúcido en el que cerró plaza. Primera Puerta grande de un matador de toros en la feria. La gloria al anochecer de un día que amaneció tragedia. Miseria y grandezas, la magia que envuelve al toro.

El sábado los de Dolores Aguirre. Importante encierro que aspiró a corridón de toros de no ser tan simple, y sin embargo masacrado en el caballo, el cuarto y que la calidad del quinto hubiera ido encollerada con una dosis de casta para no venirse abajo tan pronto. Corrida de premio, hasta el momento, y conociendo Pamplona más; y 3º toro de trofeo Carriquiri, que no sé porqué se quedó sin vuelta al ruedo: bravo e incansable; lo de la clase son tics de señoritos. El sexto fue otro gran toro. El lote de Joselillo: muy atacado de ganas, podido por la ansiedad, que cortó una oreja de su primero por un espadazo de libro y al que su ardor le hizo obviar la técnica en el sexto. Con el viento del público a favor, iba para dos orejas cuando sobrevino una muy fea voltereta que acusó conmocionado para pasarlas negras a la hora de matar. Hubo, igualmente, un segundo encastadísimo, y ese quinto, de gran clase, pero moribundo en la muleta a los que David Mora toreo con capote y muleta de primor pero hay que pedirle más sentido de la medida, en todo. Un ambicioso David Mora, torero de los pies a la cabeza, artista y temerario a la vez, sabedor que es la forma de romper, tuvo momentos de atropellar la razón provocando que el toro, por dos veces, le arrollara a él. Un primero agresivo, pero sin más argumentos para asustar a un Serafín Marín desdibujado y acomplejado que lo dejó crudo en el caballo para vengarse en el cuarto alevosamente.

Ayer domingo los “miuras” sembraron el terror por la mañana estando a punto de repetir, corregido y aumentado, el trágico lance del viernes. Dos heridos muy graves, uno de los cuales, al menos en los primeros instantes, se temió por su vida. Dejaba un rastro de otra media docena de heridos. Fue el toro Ermitaño que por la tarde en el festejo defería correspondió a Jesús Millán, cuya cuadrilla decidió echarlo “por delante”, en tercer lugar. Llegó muy “avisado”. Ni los dos “leñazos” del picador aplacaron su instinto. Millán hizo un esfuerzo con toreo a la antigua; sobre las piernas. Parecía imposible matarlo; lo hizo con destreza al tercer intento. El sexto no humilló, ni embistió. Topaba, para frenarse. Millán lo intentó conjugando entrega con precaución de veterano. Un suplicio para matarlo.Padilla torea en Pamplona como en el patio de su casa. Tiene cogida la medida a los “miuras”. Abrió plaza un toro con poca clase y emoción que se dejó. Padilla lo muleteó suelto y resuelto. “Un regalo” fue el cuarto. Cortando por los dos pitones. Como en el primero banderilleó, Padilla, con oficio y se lo quitó de en medio con dignidad.Rafaelillo tuvo, segundo, un toro con poca fuerza al que el murciano dosificó, con cabeza, y se estiró, con gusto en diferentes pasajes. Tan a gusto estaba, que en un “relajo” le echó mano, afortunadamente sin consecuencias. Apuró por alto, de uno en uno, con valor y compromiso. Se tiró a matar cogiendo hueso y dejar, después, una estocada de torero bizarro. Noble y bueno, el quinto (pero Miura), le permitió a Rafaelillo torear largo y templado, para sufrir en el arrimón final. Al entrar a matar, mete y saca, el animal se partió la mano, y el espectáculo de la agonía le lastró el triunfo.


Reseña.-
Plaza de toros de Pamplona.8º festejo. Lleno
6 toros de Miura, grandes y cornalones. 1º fue y vino, con poca chispa y cierta nobleza. 2º poca fuerza, manejable. 3º y 4º imposibles. 5º noble. 6º malo, sin humillar.
Padilla, pinchazo y estocada; palmas. Estocada baja; palmas.
“Rafaelillo”, pinchazo, estocada contraria y descabello; ovación con saludos, tras aviso. Estocada al mete y saca y descabello; vuelta al ruedo.
Jesús Millán, dos pinchazos y estocada casi entera; silencio. Cinco pinchazos y media estocada; silencio.

10 de julio de 2009

Oreja Castella, cornada a El Cid

Cara y cruz en corrida muy deslucida de El Ventorrillo. Manzanares, compuesto, por encima de sus dos enemigos.

De la larga semana de toros en Pamplona apenas tres carteles son de feria que se precie. Es lo que ocurre con plazas que llenan, abarrotan, tan solo con su sólida tradición. El de ayer uno de ellos. 5º festejo de San Fermín, la “Feria del Toro”. Tarde de cielo azul.
EL Ventorrillo exhibió por la mañana un “corridón” en el encierro, que además fue rápido y sumiso, a lo suyo. El Cid empezó a remontar pasado San Isidro y llega como flamante triunfador absoluto de la feria de Burgos. Castella ha vuelto a estar en torero total tras una etapa a caballo entre “Farruquito” y Micki Molina (de hechuras); es uno de los pocos que han abierto la Puerta grande de Madrid en este 2009. Y Manzanares es la “esperanza blanca” de la elegancia y el empaque que además le hace falta un triunfo rotundo y con eco. Mejor ocasión, imposible; para los tres.

Ambientazo. La misma multitud que durante todo el ciclo, pero no se que tienen estas tardes que se respira otro aroma; distinto del tufo. A las dos horas la fragancia de expectación fue hedor de decepción. Lo de siempre.

Muy abierto de cuernas, el primero era la muestra; cuna ancha con la que es difícil torear por no caber en la muleta, pero ese es el toro que muchos piden, y más facilidad para en cualquier movimiento “hacer carne”.

Pasó en el que abrió plaza, que ya con el capote se vencía por el derecho. En el primer muletazo de tanteo, pierna flexionada, el toro apuntó colada; se previno el Cid y esquivó, pero entre que dejó la pantorrilla muerta, atrás, y la anchura de sienes el toro le prendió por encima de su rodilla atravesándole el muslo y una vez en el suelo le enganchó por detrás haciendo palanca con sus partes blandas.

Trasladado a la enfermería Castella asumió la lidia del animal. Luego, el toro, no fue nada; con ritmo cambiante, siempre con “la primera” metida. Castella le obligó, le sacó unos pases y el toro se afligió, tanto como el francés con la espada.

La corrida quedó en mano a mano, por lo que el primero de Manzanares salió en segundo lugar. “Un toraco” que no se definió en los dos primeros tercios. Pitón derecho noble pero de embestida pesada, costándole desplazarse por kilos de más y casta y fuerza de menos. Manzanares, un poquito por fuera, lo pasó en tandas muy cortas y de pasos perdidos por el reponer del toro. Por el otro, al obligarle, se rajó. Estuvo Manzanares mucho tiempo en la cara del toro en labor de entrega; poco más. Lo pinchó.
Toro “paletón” (abierto en demasía de cuerna en remedo de bahía y de altura uniforme) fue el tercero, que había sorteado Castella para su primer turno. No se dejó con el capote. Se dobló bien de inicio Castella para luego costarle coger el punto de temple, enganchones y rectificar terrenos: deslucía el lance. Citando con la muleta en la cadera acrecentaba el desacople antes que levantar vuelo. Toro noble, sin mucha clase, pero que se dejó. Breve, pero más limpio y quieto Castella en el toreo al natural en labor cuyos momentos más intensos se perdieron en el conjunto de largo metraje. Péndulos finales, redondos citando de espaldas y la limpieza de la estocada propiciaron la oreja. El quinto permitió que Castella luciera con el capote. Buen toro, con ritmo, desplazamiento y clase, repitiendo. Castella, motivado, le dio sitio y lo entendió bien, poniéndosela por delante y llevándolo muy toreado, mandando pero sin obligar en exceso, dosificando fuerzas. El toro se rajó en el inicio del toreo al natural y aunque siguió metiendo la cara la fluidez de toro y torero fue espesando.

Manzanares echó por delante el que hubiere sido de El Cid, su segundo. Toro con problemas en las manos, resintiéndose continuamente y hasta echarse por dos veces en la muleta. Noble, mansito, pero sin poder. Josemari cumplió el trámite y lo mató con destreza. El Cid se había reservado para cerrar su actuación el toro menos “de Pamplona” (aboyancados), la edad si lo era: casi seis años. Noble de condición pero con muy poca fuerza Manzanares disfrutó de los momentos menos esaboríos de toda la tarde. Se vino arriba. Compuesto y con empaque lo llevó templado, ligadito y por bajo. De menos a más. Se rajó el toro y cambió el rictus de Manzanares que no su disposición. Lo mató con facilidad y escuchó aplausos.

El Cid.- Cornada en la cara interna del muslo derecho de dos trayectorias. Una transversal que atraviesa la piel, otra ascendente que interesa el músculo anterior y otra cornada, breve, en el escroto.


Reseña.-
Plaza de toros de Pamplona. Lleno
6 toros de “El Ventorrillo”. 1º sin fondo.2º, fue y vino, incómodo.3º noble, poca clase. 4º entre lesionado y enfermo. 5º bueno, hasta rajarse.6º noblote y humillando, sin fuerza; se rajó.
Manuel Jesús “El Cid”, cogido en el primero.
Sebastián Castella, dos pinchazos y estocada; silencio. Estocada; oreja. Mete y saca y estocada trasera; saludos tras dos avisos.
Josemari Manzanares, tres pinchazos y dos descabellos; silencio. Estocada; silencio con aviso. Estocada; aplausos.

Antonio Barrera corta oreja al único “cebada” que sirvió

Corrida de Cebada Gago. Raro es el año que no se lleva algún premio en Pamplona; por lo civil o por lo criminal .Hierro mimado. La corrida no fue buena, salvo el primero y el tercero, dejándose, pero algún premio caerá. Cosas de Pamplona y su taurineo una vez al año. Antonio Barrera tuvo en el que abrió plaza un toro de guapas hechuras, movilidad, algo descompuesto al principio, para acabar noble, algo apagadito. Barrera anduvo seguro y sobrio con momentos de gran temple sobre la mano derecha. Faena de buen concepto pero de vuelo de triunfo bajo que remontó con la estocada para conseguir la oreja. Buena salida tuvo el cuarto, cambió en banderillas y terminó poco menos que imposible, cortando por ambos pitones en la muleta. Barrera resolvió con oficio y cierto aguante para terminar de buena estocada.
El segundo salió con malas intenciones, sobremanera por el pitón derecho. Francisco Marco, valiente, estuvo más pendiente de la esgrima que de elegir los terrenos adecuados para atenuar la perversidad del “cebada”. Dándole los adentros y consintiéndole terrenos de chiqueros provocó que el toro desarrollara más sentido. Mala suerte, el quinto fue “burra” para labor, voluntarista sin brillo, muy larga que lo único que le propició fueron dos sustos por mera inercia de pararse el animal y tirar la cornada. Además lo pinchó.

Noble de arrancada, y pronto, fue el tercero, buen embroque, para pasar perdiendo clase en el viaje. Más claro por el derecho; para muchos menos para el torero. Aguilar hizo una labor larga con picos y valles en el temple y en la firmeza. Fue el tramo final más regular en hacer buen toreo y terminar de media estocada para dar una vuelta al ruedo. El sexto iba a la muleta entre topar y arrollar, afortunadamente con las fuerzas y el empuje muy medidos, para quedarse las intenciones en amagos. Aguilar se la jugó, a sabiendas del nulo eco; solo para buenos aficionados y profesionales.

Tendero, un becario, corta oreja imposible

7 de julio, “San Mansín”. Le llaman la Feria del Toro; y es media verdad: la feria el toro “grande”, muy grande y generalmente manso. Se parte de una talla XL, mínimo, y muchos cuernos: tal como se inspiró la película la Trastienda, opera prima del cine de destape inspirada en “sanfermines”.

Corrida de Alcurrucén, amplia y cornuda…y mansa. Sustituía a la de Peñajara tras el sonoro fracaso de San Isidro, con el ganadero infiltrado en el 7, aduciendo el desastre a la gripe A.
Debutó Miguel Tendero (sustituía a El Fundi) pasando la prueba de la decisión y las ganas con animal soso por parado y sin celo. Con la espada se afligió. No así en el sexto en que se la jugó, con espada y muleta ante un toro con algo de más movilidad y al que con temple, no le quitó la muleta de la cara para provocarle repetir. Se jugó una voltereta de torero que quiere ser y cortó una oreja en tarde que parecía inverosímil.
Bolívar sorteó, para abrir plaza, un animal cinqueño de arrancada bronca, corta y con la cara a media altura. El colombiano pecó de esperarle con la muleta retrasada y consentirle su altura con tropiezo tras tropiezo. Surgió el viento, y se “llevó” cualquier atisbo lucido. Mató abajo. El cuarto no sirvió ni para capea. Bolívar se justificó con oficio; hasta llegado un bajonazo que deslegitimó el esfuerzo.

Poco toro de cuajo y condición fue el segundo. Salvador Cortés le cogió el punto de velocidad para hacer un trasteo voluntarioso y limpio. Dos estocadas deficientes. No mejoró el quinto la mansa y nula condición de la corrida. Cortés estuvo mucho tiempo en la cara del toro, con aseo pero sin chance.