19 de julio de 2010

Toros, el estado de la cuestión: síndrome de tortícolis

Con la jornada de hoy domingo concluye, prácticamente, otro avance del muestreo del estado de la Fiesta en lo que es su segundo circuito.

Mes de junio marcado en su inicio por el final de Madrid en contraste con estas ferias alrededor de San Juan, Pedro y Pablo, ferias del “medio toro” de alivio y carga de combustible de orejas y Puertas Grandes, para enlazar con la Feria del Toro, del toro grande, amplio, en Pamplona por San Fermín. Queda como “banderín de enganche” hasta Pamplona, la feria de Burgos que en tan solo dos jornadas, muy distintas en carteles, por cierto, ya ha mostrado sus tendencias.

Este “segundo cinturón” (Alicante, Badajoz, Burgos, y las más concentradas por parcas en festejos, Algeciras, León, Soria) es junto con otros de menor calado el colchón sobre el que descansa la Fiesta para mostrar la realidad del momento: delicado, muy delicado.

La crisis, que era pregonada desde hace dos años, y el mundial de futbol, cuya celebración se sabe con anterioridad suficiente, la clasificación de España igual y su calendario real e hipotético en caso de clasificación, están dando un serio aviso al espectáculo taurino que vive del día a día; que posiblemente llegue, dicha crisis, con retraso respecto de otros sectores, pero que ya está aquí, verdad como la vida misma, y que el año pasado ya enseñó la “patita” sin que la mayoría le echara cuentas de previsión de alternativas: plan B o C.

La Fiesta es algo más que las grandes ferias soportadas por un abono con musculatura que las hace viables con medidas de ajustes a costa de balances menos rentables o nada, pero con margen suficiente de defensa en tiempos de sobrevivir.
Simón Casas, empresario —entre otras plazas- de Alicante ha puesto el dedo en la llaga “se pierde dinero todos los días” , incluso se ha arrogado, no sin cierta razón, casi la exclusividad del mensaje-alerta denunciando que pocos o ninguno lo dicen, y menos afrontan la situación.

Tiene razón cuando señala a las administraciones públicas propietarias de los inmuebles como las causantes de tal situación por el “tancredismo” con tufos despectivos hacia el toro de que hacen gala y no flexibilizar las exigencias de canon por piso plaza y número de festejos en virtud de la coyuntura. Cierto. Pero no lo es menos que, como queda escrito antes, los dos factores de estas ferias-muestra, uno nada probable de cortoplacista y el otro, los mundiales, con fecha de caducidad, eran previsibles, y el sector, como siempre, no ha movido ficha.

Es cierto que sería necesario, como en política, o en lo laboral, pactos o convenios que adecuaran los pliegos por parte de las administraciones titulares. Pero ello pasaría por un primer paso de unidad entre los empresarios con mensaje unívoco, cosa improbable por la acrisolada competencia desleal y la desconfianza —todos contra todos- del sector de la que son conscientes y sacan su tajada dichas administraciones. Pero, en el mejor de los casos, dicho entendimiento y para garantizar la igualdad de oportunidades como norte de toda “cosa pública” conllevaría la resolución de los contratos en vigor y sacar concursos nuevos asequibles al momento, si se quiere, incluso, partiendo con alguna ventaja (vestida de experiencia in situ) del arrendatario afectado. Pero este es el minuto del partido en que los empresarios reculan. Incluso el propio Simón Casas no lo deja claro en sus manifestaciones si no todo lo contrario. Me explico, lo que se intuye pretende, o pretenden, es que uno a uno, y mirándose de reojo todos, arreglen su problema puntual y que su administración correspondiente le revise su pliego, que no es otra cosa que la oficialidad de su oferta voluntaria con la que ganó a otros, de forma unilateral en flagrante compadreo.

En cualquier caso me ratifico que Simón Casas tiene la razón en denunciar como parte de la imposibilidad de, al menos, defender el negocio la voracidad inmisericorde de las administraciones y su total abandono falta de apego y cariño al segundo espectáculo de masas en España.

Pero, como muchos toreros, su valor es limitado, y su razón es parte, o media razón, que como las verdades a medias, a veces, son nocivas por ser maniobras de distracción de la realidad de los hechos fundamentales:

1.- Que son los propios empresarios taurinos los que tienen la iniciativa de presentarse a los concursos sin que nadie les obligue y que con sus desorbitadas ofertas en canon y festejos vician a una administración ya de por sí usurera y que ve la puerta abierta en la modalidad de concursos al alza, la mayoría sin tope, para que entre todos encubran auténticas subastas descabelladas.

2.- Y más importante. Las barbaridades que están pidiendo, y cobrando las figuras, o llamadas figuras, del toreo. No por que jugarse la vida tenga precio, o lo ponga la crisis o el fútbol, no: el arte en simbiosis con la vida en juego no lo tiene; simplemente por que no generan lo que pretenden, y en muchos casos consiguen en cuanto a “caché”. Ni siquiera juntando a los tres de mayor tirón en, aproximadamente, 25 festejos celebrados en estos días y en estas ferias clásicas de junio, y con el medio toro de alivio, a lo más que se ha llegado a los ¾ de aforo en este tipo de carteles, o el casi lleno de Burgos, con el ganadero local, Antonio Bañuelos, El Cid, Castella y Talavante.

Pero llegado a este punto ¿Quién le pone el cascabel al gato de la autocotización y el dinero de las figuras que no acaban el papel, repito, ni de tres ten res? Simón Casas también mira para otro lado.

Son legión, por no decir todos, los taurinos, muchos, que van a acabar con el cuello escayolado o con “collarín” de quita y pon según venga el aire. Porque la cuestión es siempre “echarle la culpa al empedrado” : el “síndrome de tortícolis”, patología crónica de la gente del toro.

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