6 de diciembre de 2009

El mundo del toro y su república bananera

La anarquía y el caos al poder. El 2009 ha sido un barbecho estructural en que el sector taurino se ha movido en la alegalidad contractual y de funcionamiento por falta de un Convenio Colectivo homologado y sancionado y con una Comisión de Vigilancia de su cumplimiento por lo tanto ilegitimada por parte de la autoridad laboral.

Lo que no ha sido obstáculo para que la “pinza ejecutora”, inspirada obscenamente contra natura, formada por la gran patronal por un lado y los asalariados de los toreros por otro (con el poder de aquellos y la fuerza de la unión, voluntaria o forzosa, del proletariado), hayan campado por sus respetos de forma inquisitorial contra todo lo que se moviera que no tuviera poder: novilleros indefensos vetados de actuar en las grandes plazas por cuitas pasadas de las que poca responsabilidad pueden asumir; ayuntamientos burlados por empresarios desaprensivos (toma el dinero y huye) a los que, a sus ciudadanos, se les ha dejado sin toros por quererles hacer responsables de deudas no contraídas por ellos y sí entre taurinos; venerables picadores (maestros a caballo) que por no quererse jubilar, y amparándoles la ley –puesto que han toreado-, no solo no les han defendido y gestionado sus derechos de imagen ante las operadoras, sino que los mismos (devengados) se los han repartido entre los que actuaron aquel día y están bajo el paraguas del régimen del sindicato, de corte vertical, Unión de Subalternos, etc.

Mientras tanto la Feria Mundial del Toro “echa la persiana”. Tampoco valía para mucho más que un baño de multitudes del sector en general, sin dejar gran poso, alimentar bastantes vanidades con sus enfrentamientos correspondientes y rentabilizar más de un interés espurio. En Barcelona sigue el proceso de la ILP para prohibir los toros. Los políticos parecen haber cogido el toro por los cuernos y el enfermo ha maquillado su palidez, pero el sector sigue de perfil. ¡Manda huevos! Que los políticos y catalanes vayan por delante en preservar un espectáculo en el que les va muy poco y los profesionales taurinos no salgan de la algarada de pancarta cutre y concentración de bota y bocata.

En Valencia un nuevo concurso para explotar una plaza importante se convierte en un navajeo de filos mellados donde cuatro concursantes no son capaces de ponerse de acuerdo, para, ante la desconfianza de todos contra todos, y encarecer el piso de plaza en 120.000 euros yendo todos al máximo en vez de al mínimo.

Hace un mes y medio, más, menos, que concluyó la temporada taurina. De aquí a dos semanas nos metemos en Navidad y “en después” las prisas. Y todo sigue igual…manga por hombro. Una encrucijada difícil de sortear cuando el toreo, su representatividad burocrática y de régimen interno, está en manos –a partir de la “pinza”- de ganaderos que no lidian, subalternos jubilados o de “sin caballos”, puntilleros, mozos de espada y hasta de los que presumen de aficionados que por no saber no saben sacar la entrada. Cualquiera menos el torero, auténtico protagonista, catalizador y dinamizador del espectáculo. También es verdad que ellos “se quitan de en medio”

A todo este entramado le llaman uniones, agrupaciones o asociaciones: profesionales, de aficionados o abonados; comisiones varias: de vigilancia y seguimiento… y todo desagua en un invento “La Mesa del Toro” ¡Agua! Y el problema no es La Mesa ni su existencia sino sus sillas y los culos que las aprietan.

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