10 de mayo de 2010

San Isidro: Curro Díaz corta una bella oreja

Y llegó, S. Isidro. 1ª del abono. Así sucesivamente hasta el 6 de junio, ininterrumpidamente más el estrambote del festejo del sábado 12 en el que se espera como agua de mayo a José Tomás, de no poder reaparecer el día 3.

Para abrir feria casi lleno en los tendidos. La musculatura del abono. Corrida de Salvador Domecq de desigual presentación y de juego discreto.

La terna era suficientemente conocida de la afición de Madrid y cada uno con sus alicientes lo que le dio al festejo un plus de interés.

Curro Díaz ha rozado el triunfo en esta plaza varias veces. Ayer fue en el cuarto cuando volvió a estar en puertas. Tuvo poco toro de condición, tan solo por el pitón derecho se dejó, noble, pero con viaje muy pesado. Faena de gusto, medida, de detalles con sabor. Muy por encima, tanto que tras una gran estocada cortó una oreja inapelable. El primero fue un toro encastadito, con no mala condición pero poca fuerza y tendente a echar la cara arriba al rematar el viaje. El temple era fundamental, después de esperarle. No lo cogió Curro Díaz que además se dejó enganchar la muleta. Compostura y torería sí, fue el envoltorio de una labor sin historia. Lo pinchó.

Juan Bautista ya sabe lo que es abrir la Puerta Grande madrileña; de eso hace 3 temporadas. Su primer enemigo fue protestado, por el sector habitual, por ser “corto de cara”. En la muleta dejó mucho estar y fue y vino, sin clase. Juan Bautista hizo gala de su frialdad habitual de engancharlo en el terreno del matador (muleta retrasada) y quedarse por fuera al ligar los pases por lo que el trasteo no cogió vuelo y se desarrolló muy cuestionado. Lo mató con decisión de estocada arriba un punto desprendida. Incierto y reservón resultó el quinto. Sin fijeza y gazapeo molesto. Juan Bautista mostró sin disimulo mucha desconfianza, matando también.

Eduardo Gallo dejó su tarjeta de visita en un quite por chicuelinas en el toro precedente. El tercero fue buey teñido en “colorao”. Dio poca opción, o ninguna y Gallo se justificó con cierta entrega que, por otro lado, enfadó al público. Eficaz con la espada. Devuelto el sexto salió un sobrero, cinqueño, de Navalrosal. Mansito, de viaje noble y repitiendo se fue viniendo abajo. Eduardo Gallo que empezó dispuesto y llevándolo por abajo con verticalidad de planta se fue amontonando en su afán de agradar según el animal se apagaba. Tarde de mérito del salmantino con muy poca fortuna y mucha incomprensión en su empeño por exprimir al toro, exponiendo todo, con los pitones lamiendo la taleguilla. Lo pinchó.

FOTOGRAFÍA: Paloma Aguilar

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