La temporada del madrileño no va todo lo bien que el quisiera ni tan mal como desean otros. Velocidad de crucero una vez alcanzada altura. Tardes, generalmente buenas, a las que por la espada u otras circunstancias en plazas de relevancia les está faltando eco.
No es Juli un torero que tenga que demostrar, ya, nada; en lo que se refiere a su temporada convencional. Tan solo ribetear con orejas de dos en dos como final feliz sus excelentes actuaciones y en momentos puntuales.
Pero las grandes figuras del toreo, tienen un reto consigo mismo que es su hija de ruta en la cotidianeidad: salirse de lo normal, sin ruido en ayudar al esplendor de la Fiesta. En Bilbao consolidó su posición privilegiada con cintura de ¡grande! Caído en la batalla Morante, dejó anunciar a un semi desconocido Iván Fandiño con el colateral de tener que “abrir plaza”. Anunciado con Perera en mano a mano, la cogida del extremeño le supuso abordar una corrida en solitario que él no tenía en su planteamiento estratégico. Escribimos sobre Madrid y Bilbao, que no es ninguna broma. Cuestión de responsabilidad de figura asumiendo hechos coyunturales. Sin embargo sí había previsto una gesta en la plaza francesa de Bayona: en corto y por derecho, de ahí su “hecho diferencial” a propio intento.
El Juli se ha medido en Bayona, plaza seria, de afición tan exquisita como ecuánime que conjuga la admiración por el torero como el rigor por su quehacer y la valoración respecto del toro.
Era uno de sus muchos sordos retos que se impuso a principio de temporada con el ánimo de crecer, al menos, interiormente; si además lo hace cara a la crítica, la afición y sobre todo el gran público, una asignatura siempre pendiente cuando no es fas o nefas, mejor que mejor.
En Bayona se han cumplido muchos de estos objetivos con no poco sufrimiento y desazón porque la tarde se torcía “en el marcador” como ocurriera en la improvisada soledad de la corrida de Bilbao.
Y como ocurriera en Bilbao el análisis de lo acontecido en la plaza francesa debe ir más allá del resultado final que afortunadamente saldó positivo.
Una reflexión sobre la contribución, con mayor o menor éxito, en mejor o más delicado momento, a “poner en valor” lo que siempre fue esta Fiesta: la superación de uno mismo con su verdad “en puntas”.
Corridas en solitario se prestan a muchas lecturas: coyunturales, propagandísticas, para revitalizar papel y cotización, absurdas, …que confunden el capricho, la necesidad y el reto de figura, de máxima figura, como se tergiversa el gesto con la gesta, incluso con la mueca que muchas de ellas significan.
La seriedad en el planteamiento de la corrida de Bayona con tres encastes diferentes y diferenciados, lisardos del Puerto, domecqs y atanasios de Victoriano del Río y, sobre todo, santacolomas de Ana Romero, con los que ya se probó, con éxito, en Daimiel.
La asunción de tal responsabilidad es un camino abierto a otras figuras para no dejar por estrangulamiento en festejos de escaparete y referencia extinguirse un reducto, testimonial, pero firme, de uno de los encastes (Santacoloma) de mayor gloria de la historia del campo bravo y a la que hacen ascos los toreros: figuras o no.
Su compromiso con La Fiesta y su traje de luces, o vestido de torear, es de una evidencia tal que renueva cada poco tiempo su condición impenitente de figura grande del toreo.
Eso ahora, que según los críticos no está del todo redondo. De ser así, a “naíta” que lo esté, no será redondo, será la cuadratura del círculo. Aunque su sino, a diferencia de otros, es que el reconocimiento sea mezquino, lo que la Historia se encargará de agrandar aún más su condición de figura de una época que sobrepasa los diez años. Y Juli no llega a los treinta. ¡Grande Juli!
14 de octubre de 2009
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