14 de octubre de 2009

Toros en Barcelona: mentiras piadosas

Han pasado dos semanas desde el acontecimiento del 5J-JT, en Barcelona, y el paso de de los mediáticos el domingo siguiente, y ayer Finito, torero nacido en Sabadell, Castella, fronterizo y Talavante han devuelto al taurinismo de la Ciudad Condal a la “normalidad”: menos de medio aforo. Ya pasó, antes del evento, con Juli, Cid, Morante, Manzanares, etc.

Excesivas cortinas de humo bruman la realidad que rumia el destino a corto plazo de la Fiesta en Barcelona como escenario de festejos. Tan solo como plató de este espectáculo.

A los catalanes ninguna iniciativa popular de dudoso génesis les va a prohibir viajar, más cerca, más lejos, a lugares que programen corridas de toros; y lo más importante : sin moverse del hogar van a poder seguir disfrutando en vivo de su afición a través de la profusa difusión televisiva cada vez más universal, y estar informados puntualmente de la actualidad taurina principalmente con internet y los boletines y alertas de “sms” sin tener que ser prisioneros de La Vanguardia, antes titulada española, El Avui, o El Periódico de aquí. Como podrán, y tendrán, que hablar castellano o español, unos pocos kilómetros al norte, sur y oeste del epicentro del seísmo antiespañolista (más que nacionalista), incluso por teléfono, donde la Genralitat no ha previsto dotar a la ciudadanía de un traductor mecánico.
Por tanto desdramaticemos. Aunque haya que seguir, por amor propio, guerreando ante el atropello y la cerrazón: por nostalgia, sentimentalismo y cariño a la memoria de generaciones de catalanes que tanto han contribuido al esplendor de esta Fiesta. La resistencia ha de hacerse desde la realidad de una causa justa pero perdida por su inviabilidad política, social y , principalmente, económica.
La abolición de los toros en Cataluña es una cuestión política; no de políticos, que los supera en su condición acreditada de consumados mercenarios.

La desaparición, por falta de programación, es una cuestión económica.

Cataluña no es, por su heterogeneidad de ancestros de su población, antitaurina ni antiespañola. Sí ha ido degenerando a neutra, que no es lo mismo que neutral. Su pasotismo es consecuencia de una continua erosión identitaria, por desgaste psíquico: “donde fueras haz lo que vieras”. Y esa mayoría silente de múltiples raíces, generalmente entroncadas con la Fiesta, lo toma, ventajista, como aval, la política para venderse al chantaje de minorías con estatus o perspectivas de bisagra.

Pero no nos engañemos: la verificación del ninguneo - que no la aversión- de la mayoría de la sociedad civil catalana hacia los toros deriva hacia su inviabilidad económica por las flojas entradas que registra la Monumental con carteles fuertes y rematados. Y los toros, en Barcelona y en Pernambuco están insertos en el contexto de una industria y un negocio…que aquí es ruinoso: en su explotación puntual y en la rentabilidad cero de un inmueble en el corazón de la Ciudad sin entrar en los costos de mantenimiento.

No se sabe que es peor: si prospere la iniciativa popular y poder satanizar a los políticos y su anti españolismo, o que estos (in extremis) aborten cualquier intento de prohibición y tengan que echar el cerrojo la propiedad y la empresa taurina por esa ruina galopante, sin tener más chivo expiatorio que unos estamentos y estructuras, intramuros, domésticos, de insolvencia absoluta.

La espléndida, tumultuosa y genuinamente taurina tarde del domingo 5J vivida en Barcelona, como las anteriores con José Tomás acartelado, no es el referente: es la exclusiva excepción. Tan grandiosos triunfos no han germinado a favor de la Fiesta, no han dejado poso.

Los toros en Barcelona, una historia mal contada y peor asimilada.

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