El domingo, 13, en Barcelona –El Cid, Castella y Perera- 4.000 personas.
El pasado sábado, Roquetas de Mar, las 500 entradas vendidas fueron insuficientes para proveer el caché de 17 millones, de las antiguas pesetas, de Morante de la Puebla con la resultante de aplicación de la “ley de fugas” por parte del torero -embutido en el “chispeante” y en el patio de cuadrillas- a la hora prevista del “ta-ra-rí”.
Y esto no ha hecho más que empezar. ¡Pasen y lean!, hasta la “cocina” –último párrafo-, que ¡al fondo hay sitio! y, a lo peor, a alguno se le caen “los palos del sombrajo” con la última del prócer más prócer de toda la historia de la tauromaquia.
Si fuera Zapatero el gurú de la tauromaquia actual no habría por que alarmarse. La “macrotauromaquia” va bien y crece razonablemente- los llenos de Valencia, Sevilla, Madrid, Pamplona-; otra cosa es “la cesta de la compra y las hipotecas”.
Sin embargo la calidad de los espectáculos y los resultados artísticos –cierto es que ha veces inciden factores externos como el mal manejo de la espada y la incompetencia de los presidentes- no han respondido a las expectativas creadas tomando como referencia las temporadas anteriores: ni en toros ni en toreros; sólo Miguel Ángel Perera está en crecimiento constante con regularidad de triunfos inobjetables.
El escalafón está en “desaceleración” con previsiones de leve “recesión”.
No se puede, ¡no se debe! –sería de antipatriotas taurinos- hablar de “crisis”.
Cierto es que el “petróleo” de las figuras del que depende la “macrotauromaquia” no pasa por su momento más voltaíco y que nadie se ocupa –ni preocupa- de energías alternativas, de valores emergentes, pero (como Bogart en Casablanca) siempre nos quedará José Tomás:¡tal que “la burbuja inmobliaria”!.
2 de abril de 2009
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