15 de abril de 2009

Don Canuto (7 de Enero de 2009)


Muere uno de los últimos mohicanos de la época de oro del toreo cómico Ángel Villaverde hizo el pasado sábado su último paseillo vestido de risa y oro
El toreo no se ha despojado del luto que abrochó el año pasado las muertes del empresario, apoderado y ganadero, J.L. Martín Berrocal y del ex presidente de la Plaza de Las Ventas, Don Luis Torrente, asiendo, por los estragos de la parca, los balbuceos de este 2009 -matizados catafalco y azabache - para guardar respeto ante la muerte de un estandarte de los toreros que fecundan la base de la afición: Don Canuto, santo y seña del toreo cómico. O así debería haber sido. Pero fue que no. Desde la romería farandulera que fue el entierro de Berrocal, al sentido funeral familiar, y poco más, de Don Canuto, y la lógica inhumación en la más estricta intimidad del Comisario Torrente. El toreo no ha estado, ni siquiera, de alivioluto. Principalmente en el caso del genial Ángel Villaverde -Don Canuto-. Don Canuto fue enterrado el sábado en Catarroja -Valencia- con todos los honores de hombre grande por parte de familiares y amigos. Entrañable.
Pero faltaba el toreo, el de verdad, y el del pegolete: los políticos y politiquillos, que especialmente en Madrid y Valencia juegan al toro en la intimidad como el ex jefe hablaba cata.

Don Canuto ha sido uno de los grandes del toreo cómico. Un espectáculo, no ha mucho -como hoy las corridas de rejones- salvavidas de multitud de ferias y flotador de náufragos empresarios con sus robustas taquillas y sus gastos menguados, y que hoy tan despreciado injustamente está por este sistema oligárquico y déspota de la tauromaquia actual, con un stablishmen, en el puesto de mando, del sistema, tan insensible y globalizado -donde una toga bien promocionada puede ser más importante que un chispeante- que por solo mirarse al ombligo tiene dificultades para erguir la cabeza y mirar hacia delante con altura de miras, y atrás, más que con generosidad, como ejemplo a seguir su senda. Esos grandes empresarios, esas figuras del toreo, esos ganaderos pomposos, esos periodistas de élite y de cosa nostra, a penas han echado cuentas, poco contritos, ante la muerte de uno de los últimos mohicanos supervivientes de la época de oro del toreo cómico: Ángel Villaverde, Don Canuto, que, tan sólo con la grandeza de una figura de época como Enrique Ponce y el cariño leal de los medios impresos valencianos -madrileño él- ,hizo el pasado sábado su último paseíllo con el mejor de los vestidos de su fondo de armario de torero…de risa y oro, con el que medio mundo, mundial, vibró en sesiones de mañana, tarde, noche, incluso madrugada iniciándose en su más tierna infancia en la cultura de la tauromaquia, cuando esta se enseñaba, se asimilaba y -si había valor en el niño- se iniciaba, profesionalmente, desde abajo, con base y con cimientos. De tal guisa se construyó el edificio más sólido que haya tenido el toreo en su historia y que, por ello, no es casualidad que coincida la edad de oro del toreo con la edad de oro del toreo cómico, dado que ambas -edades de oro- no se instalan en el tópico de los precursores: Gallito, Belmonte y Llapisera, y sí en la bastísima nómina de grandiosas figuras ensamblándose y relevándose entre los 50 y los 80. Toreros que tuvieron su aprendizaje en pubertad; creciendo paralelamente, de forma generacional, con sus posteriores legiones de aficionados y admiradores que los hicieron ídolos, y algo más que héroes literarios, de la mano, docente y pedagógica, de gentes que sacrificaron el oropel de la lentejuela para servir a la fiesta, promoverla y divulgarla desde la base : los niños. Ha muerto Don Canuto ¡Torero! Hijo del cuerpo y germen de torerías ¡Un respeto!

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