15 de abril de 2009

La toma de la Bastilla (10 de Febrero de 2009)


Los problemas de la tauromaquia en su cuna son los complejos y las hipócritas luchas de familia.
Podría interpretarse como una toma de la bastilla testimonial con la que principiar la revolución francesa taurina. Incluso alguien ha apuntado que ciertas similitudes existen tras el absolutismo de una dinastía que durante tres generaciones ha gestionado el plato de Mont de Marsans y Bayona, con gran profesionalidad y un charme ilustrado, es verdad. Pero la ilustración es intrínsecamente sobrada.

Y no es baladí en los tiempos que corren de antitaurinismo soportado por un falso progresismo y europeismo. Francia se ha puesto los toros por montera. Siempre se ha hablado del modelo francés como la panacea para su organización y desarrollo; tanto que sin reglamentación el espectáculo funciona con precisión de relojería suiza y los campos de competencia están, de forma implícita, muy determinados. La gestión, generalmente pública, descansa en la soberanía de la afición y a partir de ahí, el organizador no es mas que mero mandao, la autoridad, es simplemente un supervisor del desarrollo de la lidia y el espectáculo y en su caso sancionador de su buen fin, atendiendo a la afición, tanto para toro como para torero. Tras la irrupción de Castella como gran figura del toreo y de los escarceos a alto nivel de alguno de sus empresarios, en tal labor y en la de apoderados de campanillas, también por cosos españoles, el invierno del 2008 ha supuesto la toma de la Bastilla taurina y el desalojo de las principales plazas del suroeste francés de la primera potencia empresarial española (Casa Chopera) que regía los cosos de Bayona y Mont de Marsans por tres generaciones durante más de sesenta años. Alain Lartigue y el equipo autóctono de Simón Casas serán, desde esta temporada, y siempre por delegación de las dos municipalidades, mandatarios en dichos e importantes cosos que lucen sus cinco estrellas de primera categoría.

De la primavera de 1808 al invierno de 200 años después Del dos de mayo español heroico al diciembre taurino francés, de sutileza pura y habilidad sibilina que ha supuesto la caída del impero vasco. Las que se van por las que se vienen, aunque tercien dos siglos de por medio. El sistema francés, simple y sencillo, siempre se ha envidiado, sanamente, escrito quedó, desde España. Pero no sólo su sistema: el comportamiento de su afición y su público. Su seriedad de comportamiento, su rigor de juicio y sobre todo la justeza y justicia para con los protagonistas del espectáculo, resultante de un mandato implícito de una afición poco vulnerable a la lentejuela glamurosa del traje de luces y que valora al hombre, torero, desnudo, antes que las figuras, o supuestas, enmascaradas en oropeles. Ahora, le han dado una vuelta de tuerca más a un sistema eficaz para no solo ponerlo al día si no darle su marchamo de identidad propia. Podría interpretarse como una toma de la bastilla testimonial con la que principiar la revolución francesa taurina. Incluso alguien ha apuntado que ciertas similitudes existen tras el absolutismo de una dinastía que durante tres generaciones ha gestionado el plato de Mont de Marsans y Bayona, con gran profesionalidad y un charme ilustrado, es verdad. Pero la ilustración es intrínsecamente sobrada. Para ser de ley requiere de marcar distancias, altivez y arrogancia; y en los últimos tiempos parece que fueron gotas que rebosaron el balde. Sólo cabe desear se interprete como el fin de un ciclo aunque algunos ya han comenzado el ojeo por si en España tocan a rebato para iniciar la cacería. Y es que aquí, se le ha dado más importancia al acoso y derribo de los Chopera por si su erosión tiene consecuencias intramuros que a la asunción de responsabilidades de los franceses en materia taurina, sin complejos. Y ése es el problema de la tauromaquia en su cuna: los complejos y las hipócritas luchas de familia. Sólo falta que se espíen unos a los otros para parecer políticos.

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