15 de abril de 2009

Sangre de otoño, la de Perera... (7 de Octubre de 2008)

La sangre de otoño, la de Perera sirve para financiar la “sangre de mayo”, de la película de GarciSangre de otoño, la de Miguel Ángel Perera. La épica, como la letra, sin sangre no entra. Y la hubo. Sangre de otoño: literal, la sangre que los toreros vierten en la cancha de Nadal por mor de su entrega y ambición, por mor de la obligación que los animales tienen de herir (defendiendo su territorio; los terrenos, axioma en tauromaquia) y de las invectivas de Eolo (un clásico en Las Ventas que como el turrón por navidad vuelve a casa cada jornada de festejo, tanto en primavera como en otoño). Viento y marea -alta, en los tendidos- que condiciona la lidia adecuada, aumenta el nivel del riesgo y minimiza tan grandioso espectáculo orillando su factor artístico, mediante su expresión creativa, jibarizándolo a la épica en que la sangre es visa de su autenticidad. Viento, inquilino permanente, al que Esperanza Aguirre da aire en movimiento continuo de desprecio, para no abordar su gestión. El viento, que no descompone la melena de la señora Aguirre, ¡no pega cornás, pero se las pasa mu cerca! Y la marea de una afición en pie de guerra por la hostilidad del abono y las inclemencias meteorológicas. Una tarde otoñal, depresiva, hosca, huraña y hostil con quien se le debía agradecimiento por ennoblecer una programación mediocre con el antifaz de una guinda y media, que dibuja con fidelidad un ambiente poco favorable, un ambiente que, si es consustancial a la idiosincrasia de la plaza madrileña, se agudiza más en octubre por el trágala (canción con que los liberales españoles se burlaban de los absolutistas en el primer tercio del siglo XIX).Por ello, cobra aún mayor importancia el anunciado gesto de Miguel Ángel Perera que, por los obstáculos a superar, se convirtió (primero) en gesta y (en definitiva) en heroicidad. Las canallas condiciones en las que tuvo que afrontar y desarrollar su reto le elevan a la máxima categoría como figura del toreo y le proclaman el mejor de todos -¡de todos!- en esta temporada. Estatus que esperamos sea reconocido en unanimidad y especialmente incremente las debilidades de la Presidenta madrileña, como evidenció en los casos de José Tomás y Cayetano en los días de confección de la pasada feria de San Isidro y adosados. También esperamos que, con el paso del tiempo, no quede, como está ocurriendo con las crónicas de urgencia, en la épica de dos cornadas y el gesto de salir de la enfermería primero y luego continuar toreando y matar al toro por derecho con un cornalón pronosticado como muy grave. Entre ambos pasajes hubo concepto, colocación y pureza de ejecución: toreo en estado puro y duro para imponerse a animales que no estaban por sumarse al triunfo del torero en cuanto les diera la mínima opción; mismamente como un sector del inhóspito coso. La sangre de otoño derramada por el conquistador extremeño del cetro en tauromaquia no debe mermar su categoría artística y creativa en aras exclusivas de la heroicidad, porque esta se argumenta en aquellos sólidos cimientos. Tres de octubre. Coinciden en el ruedo venteño la sangre de otoño, la de verdad: encarnadura de hule y cloroformo en un guiño permanente con la parca; y en los cines madrileños Sangre de mayo: de bolsitas de tinta china enmascaradas en el ropaje de atrezzo del figurineo. Ironías de la política, que no del destino, la sangre de otoño financiando la sangre de mayo. Sangre de mayo es la película de Garci a imagen y semejanza, a imagen, semejanza y encargo de Esperanza Aguirre. El único encargo de la Dama para con las sangres de otoño era hacer caja para amamantar caprichos de muchas sangres de mayo cinematográficas y teatrales.

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