15 de abril de 2009

Todo por un puñado de palabras (23 de diciembre de 2008)

El toreo es un arte sustentado en un ejercicio continuo de responsabilidad

¡El torero es grandeza!; seca, como el valor cotizable, tal que el oro. Hay de varios kilates, paño de oro y baño de oro, todo en un poupurri. Convendría que los de RNE aclararan si su oreja es fetén o embalsamada como la de Van Ghog, cuya gloria fue post mortem. En cualquier caso demasiado barata; dos minutos de supuesta exclusiva en clara componenda les equipara a las manipulaciones del Está Pasando o La Noria de Telecinco. Salió el Gran Hermano previsto. Pobre gente
El toreo es de pitón a rabo. De intensidad y continuidad. De grandes ferias y de talanqueras. De exquisiteces artísticas. De técnicas depuradas, de valor espartano, y, también, de espectáculo; igualmente, de masas (heterogéneamente taurinas), aunque sea toreo de polvaredas. De pellizco o de precisión. De olé, o de uy y ay. De cante o de cuento. Al toro, al medio toro, al toro medio, al buey o al becerro. De Olivenza a Jaén; o al menos de Castellón o Valencia, a Zaragoza. Se tiende a tener la ocurrencia de simplificar el toreo a un solo matador: grande, como el toreo, ¡que es grandeza!; pero de ciclos muy sintetizados y escrupulosa selectividad a beneficio de su inventario en hierros y plazas. Antonio Burgos replica, al hilo del desgraciado percance del subalterno Adrián Gómez, ubicando el toreo (con mayor altura de miras) en el esfuerzo y el sacrificio de todos los que se visten de luces y entregan su sangre o su vida, o su calidad de vida, también desde el anonimato de la plata o el azabache. Perera, junto con Ponce, Juli y El Cid son el referente de las dos últimas campañas. El Cid con la inercia de tres años anteriores (de tal guisa de figura). El Juli una década, y Ponce va para veinte años: todos de forma interrumpida. Si no son el toreo en exclusiva, si son gran parte y muy importante, la más, del toreo.
El toreo es un arte sustentado en un ejercicio continuo de responsabilidad profesional. Es la premier, el calcio o la liga, todos contra todos, de principio a fin. Es la temporada de ópera o la NBA. El toreo no puede reducirse a una operación triunfo (tan exitosa como efímera) de jóvenes valores con reminiscencias de remedo de figura añorada, ni en un concurso individual de mates con la gran estrella de los galácticos, Harlem Globertrotters. No.
¡El torero es grandeza!; seca, como el valor cotizable, tal que el oro. Hay de varios kilates, paño de oro y baño de oro, todo en un poupurri. Convendría que los de RNE aclararan si su oreja es fetén o embalsamada como la de Van Ghog, cuya gloria fue post mortem. En cualquier caso demasiado barata; dos minutos de supuesta exclusiva en clara componenda les equipara a las manipulaciones del Está Pasando o La Noria de Telecinco. Salió el Gran Hermano previsto. Pobre gente. El torero es grandeza. Nunca sus delirios.

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