Los empresarios se guarecen ante la crisis rebajando la calidad del producto socializando miseria en vez de repartir gloria de forma equitativa. Los toreros no entienden eso de "llevar gente", que queda para las manifestaciones y mítines. Pero por el bien de la fiesta, las cuentas han de cuadrar.
El escalafón se sustenta en Perera, por principios. El Juli y Ponce por finales. Y por su interés en José Tomás, Cayetano y Morante. Por su condición de figuras hechas a sí mismo, a sangre y fuego, El Cid y Castella. Por justicia taurina, que no existe, El Fundi. Y por supuesto, José María Manzanares. Son los imprescindibles en cualquier feria que se precie de estar en el grand y medio eslam del circuito. El alicantino, ¡y no va gratis!, todo lo contrario, es el único que está acartelado en las citas más importantes del inicio de temporada. Su apoderado, el salmantino Toño Matilla, podría dar un cursillo de flexibilidad y equilibrio entre defender los legítimos intereses de su torero sin tensar la cuerda del empresario. Un paréntesis: (Matilla es en los últimos quince o veinte años el apoderado al que más le duran los toreros: es más, terminan sus carreras con él). En la Feria de Castellón faltan Enrique Ponce, El Juli, Morante de la Puebla y Sebastián Castella. En Valencia están ausentes Perera, El Cid y Morante. También El Fundi (ni como maestro director de lidia, en tarde de fastos). Y las previsiones de Sevilla, por abril, son no ver a Perera, José Tomás y Cayetano. El 40, el 40 y el 30 por ciento, respectivamente, de la guinda, parca, del escalafón son baja. ¿Por qué?
Las noticias son confusas, como es este mundo del toro. Cada uno barre para su casa dentro del oscurantismo, cuando no hay un pacto tácito de silencio a lo que son muy dados los taurinos. Todo es, en suma, una falta de respeto a la afición. Los empresarios se guarecen ante la crisis rebajando la calidad del producto socializando miseria en vez de repartir gloria de forma equitativa. Los toreros no entienden eso de "llevar gente", que queda para las manifestaciones y mítines. Pero por el bien de la fiesta, las cuentas han de cuadrar. Y cuando alcanza el dinero para suculentos cachés que deben de salir del prorrateo del abono, por ser deficitario el festejo puntual, debe de llegar para todos los que se lo han ganado en la plaza y demandan los aficionados que es -el aficionado- el currante que está a pie de obra, toree quien toree, y mantiene la fiesta por encima de modas de masas. Y si éstas, modas de masas, propician las grandes taquillas, a la hora de debe y haber, cuando menos, comido por servido el empresario y pan de hoy y hambre de mañana para la fiesta. La crisis la provocaron los bancos, dicen. El Gobierno los prima bajándoles impuestos y dándoles dinero sin que este llegue a las capas vehiculares de incentivar el consumo. Más crisis. Los empresarios -taurinos- reciben el dinero del aficionado vía abono y del público por taquilla, pero no revierte en la calidad debida del espectáculo para incentivar, igualmente, su consumo. Echan las cuentas de ganar dinero con el tope de medio aforo promedio o abusando de un abono cautivo. Los toreros lo saben y juegan sus cartas, casi siempre boca arriba y sin marcar. Los empresarios, no tanto. Y así las cuentas son "las de la vieja", y no cuadran. Y deberían. Debemos pensar que para unos 2 con 2 son 4; y para otros 2 y 2, 22.
Las noticias son confusas, como es este mundo del toro. Cada uno barre para su casa dentro del oscurantismo, cuando no hay un pacto tácito de silencio a lo que son muy dados los taurinos. Todo es, en suma, una falta de respeto a la afición. Los empresarios se guarecen ante la crisis rebajando la calidad del producto socializando miseria en vez de repartir gloria de forma equitativa. Los toreros no entienden eso de "llevar gente", que queda para las manifestaciones y mítines. Pero por el bien de la fiesta, las cuentas han de cuadrar. Y cuando alcanza el dinero para suculentos cachés que deben de salir del prorrateo del abono, por ser deficitario el festejo puntual, debe de llegar para todos los que se lo han ganado en la plaza y demandan los aficionados que es -el aficionado- el currante que está a pie de obra, toree quien toree, y mantiene la fiesta por encima de modas de masas. Y si éstas, modas de masas, propician las grandes taquillas, a la hora de debe y haber, cuando menos, comido por servido el empresario y pan de hoy y hambre de mañana para la fiesta. La crisis la provocaron los bancos, dicen. El Gobierno los prima bajándoles impuestos y dándoles dinero sin que este llegue a las capas vehiculares de incentivar el consumo. Más crisis. Los empresarios -taurinos- reciben el dinero del aficionado vía abono y del público por taquilla, pero no revierte en la calidad debida del espectáculo para incentivar, igualmente, su consumo. Echan las cuentas de ganar dinero con el tope de medio aforo promedio o abusando de un abono cautivo. Los toreros lo saben y juegan sus cartas, casi siempre boca arriba y sin marcar. Los empresarios, no tanto. Y así las cuentas son "las de la vieja", y no cuadran. Y deberían. Debemos pensar que para unos 2 con 2 son 4; y para otros 2 y 2, 22.
Así imposible.
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