Un simple repaso a su currículo debería ser suficiente para sacar conclusiones y recuperar al Morante 'total'Morante tiene un problema, varios. Empezando por él mismo y su filosofía del toreo y de la vida lo que le lleva a recelar del profesional para refugiarse en un entorno de supuesta confianza que a lo largo de su carrera se ha movido más que "un garbanzo en la boca de un viejo". Es una pura contradicción. Por un lado su halo bohemio contrasta con últimas elecciones de apoderados a sueldo ¿base?, cuadrillas de agradecimiento de servicios prestados -de cualquier tipo- o de apoderado asegurador de un monto por temporada que distorsiona la realidad de cotización en el mercado induciéndole a prodigarse en espectáculos -ya demasiados- de corte extraordinario (a contra estilo de su concepción artística). Tales corridas no dejan de ser un destajo antes que un gesto, un par de veces o tres en la vida y con argumentos de mayor fuste, que unos tras otros se van resolviendo en la prórroga el menos gris -a través de esfuerzos fuera de lugar en torero artista (largas de rodillas, banderillas, etcétera)- o terminando en fracaso. Tanto unos como otros sublimados con mentiras piadosas en la ponderación de los detalles geniales, pocos, dentro de un todo a llenar como son mano a mano, y más con seis toros en solitario; o atenuados al culpar a su entorno o -como siempre- al ganado a lidiar, a todos -los seis-, sin deslindar en la crítica sus carencias como la espada, sea bueno o malo el animal, para culminar, al menos, con la mayor discreción como matador de toros lo que el destino ha deparado en tarde de infortunio ganadero como la del domingo en Zaragoza.Su guerra, confusa, contra el sistema le llevó a hacerse empresa en el 2003 iniciando su vendetta de Sevilla a favor de Jerez a final de temporada para saldar tres cuartos de aforo y salvar los muebles con el rabo cortado al sexto tras la oreja protestada en el segundo. Toro sexto, ya en 2003, en el que hubo que calentar los tendidos con las banderillas (antes, 15.08.02, había roto el fuego en El Puerto cortando dos orejas espaciadas ente el primero y el quinto animal).Luego vendría una de las dos tardes absurdas de Madrid. La primera, el Domingo de Resurrección 2004 -consumando su cruzada contra Sevilla- provocó, días después, el cortar la temporada. La última, de agridulce recuerdo, en que, otra vez, se culpó al empedrado del fracaso. Fiasco indultado in extremis con su paso por la enfermería producto de la gallardía y amor propio y cortar una oreja en el sexto de esa Corrida de Beneficencia que absurdamente abordó -y gratis-, para, nuevamente salir tocado: ruptura con Rafael de Paula y cese de actividad. Es cuando la exclusiva de Sánchez Benito le hace reaparecer y los inicios no pueden ser más sui géneris; poco menos que un auto montaje, en Vista Alegre (Madrid) y mano a mano con El Pana. La corrida fue otro bluf; hubo de agotar los dos sobreros para cortar dos orejas cariñosas en el último. Pero el morantismo militante -otro de los problemas que no digiere ni asimila el torero y sus diferentes entornos que se han ido sucediendo, seleccionados exclusivamente por él- lo despachó con titulares de tal guisa: "El toreo inmenso de Morante";" El desgarro de Morante triunfó en Vista Alegre"; "Morante se puede contar sólo de una forma: dice el toreo como nadie puede decirlo"; "El arte de Morante entre luces de bohemia"; "Morante perfuma Madrid con su toreo de cante jondo". ¡Va Morante y se lo cree!; necesitaba, necesita -constantemente-, creérselo.Y de aquellos polvos estos lodos. Por un lado su estigma como genio, sus contradicciones entre la genialidad única como artista distinto y la productividad; la necesidad de hacer caja, de cualquier manera y condición, para enjugar la exclusiva que obró el milagro de su reaparición. Pan de hoy que tras lo de Zaragoza, y vistos los antecedentes, puede ser el hambre de mañana, hoy mismo, de ilusión en el torero y de ambición de un buen hombre como Sánchez Benito que habrá aprendido en sus carnes que la afición y estar metido por tal condición como ganadero y suegro de torero no tiene nada que ver con la profesionalidad. Un simple repaso a su currículo debería ser suficiente para sacar conclusiones que condujeran a recuperar, en competitividad con todo el escalafón, al Morantetotal, para que su personalidad de artista contraste más en liza con sus compañeros. Y su cotización y admiración, como tauromaquia casi única en su interpretación, fluctúe como incentivo con el devenir de sus actuaciones: es decir entrar en la normalidad para sobresalir en sus cualidades exclusivas como torero. No en balde sus mejores temporadas las cuaja al inicio de su carrera y hasta el 2.003, cuando se instala en la esperanza de muchos aficionados como torero de culto. Y en tiempos recientes la exitosa del 2.005 -una temporada normal de torero especial-; e incluso ésta de 2008 cuando, dentro de la anormalidad de la exclusiva, ha ido por derecho: en terna, compitiendo y triunfando o en mano a mano no forzados. Datos, reflexiones, para el diván de un torero excepcional, cuya condición tal, sólo es refutable desde el contraste, tarde a tarde, con sus compañeros en una carrera de fondo de normalidad profesional.
15 de abril de 2009
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