15 de abril de 2009

El ¿pacto? del hotel Wellington (30 de Diciembre de 2008)

José Antonio Martínez Uranga pasa de todo y de todos. En el tipo de la casa. Es el jefe, sin quererlo.
En la reunión, de la que diez días después no se tienen más novedades, se convino convocar a ambas asambleas y proponer la fusión. Mientas tanto, Protauni se despojará de los apoderados en un guiño a Taura, que es una forma de recaudar menos por cuotas pero no evita la influencia con su poderdante. Pero ésta no respondió al oscuro objeto de deseo de fulminar a su abogado Íñigo Fraile que además sale reforzado por ocuparse del sector norte, mientras el señor Moeckel pretendiente a la batuta única se queda en su Sevilla y periferia. En Castilla dicen ir por lana
Las fechas lo propician. Los toreros se reúnen profusamente (el pasado día 21 lo hicieron en Madrid) en aras de una hipotética unión de sus dos asociaciones para poder mandar en el toreo como creen les corresponde y plantar cara al yugo reivindicativo de los subalternos y a las pretensiones de control de la gran patronal. Misión harto difícil: Con los subalternos por sus planteamientos poco flexibles sustentados en una unión tremendamente rocosa. Con los grandes empresarios, porque muchos de los toreros son apoderados por ellos o, simplemente, porque están en sus manos bajo la ley de oferta en pack contra múltiple demanda individualizada con el síndrome del funcionario y objetivo de la globalización a final de temporada más que la cotización puntual: un grano no hace granero pero ayuda al compañero. De tal manera en Protauni cohabitan toreros y apoderados, por lo tanto con su fleco empresarial. En Taura son toreros de los que gustan decir son independientes, pero que son manejados por el abogado, un propio de Martín Arranz cuyas tesis son inflexibles en cuanto a considerar a los empresarios de grandes plazas -primordialmente- como enemigos peligrosos. Y otro hecho, cuando menos, curioso: el máximo inspirador, de tal unión de los matadores, es el portavoz de Protauni conexo a los empresarios, vía Maestranza sevillana, en su condición pura y dura. De esas dependencias de los toreros, todos -unos con la boca chica y otros a pecho descubierto- con los empresarios y la capacidad de seducción del portavoz de Protauni no es de extrañar que, por la variante, El Cid y Morante comieran juntos para solventar cuitas y convenir de ir unidos en la lucha por las reivindicaciones generales que afectan a todo el colectivo, y en el menor descuido… ¡zas! El mano a mano de los dos toreros con los victorinos. Al tiempo, todos los colectivos ningunean a un bastión importante en el sostén de la fiesta: la pequeña y mediana empresa (tal como ocurre en la vida cotidiana), el colectivo de la Unete; que quizá por tener las ideas más claras e intereses más comunes son la china en el zapato que impida el reparto del poder prorrateado como en el fondo se pretende por parte de algunos toreros y grandes empresarios que no en vano comparten honorarios al por menor, liquidaciones a final de temporada y en muchos casos comisiones. En la reunión, de la que diez días después no se tienen más novedades, se convino convocar a ambas asambleas y proponer la fusión. Mientas tanto, Protauni se despojará de los apoderados en un guiño a Taura, que es una forma de recaudar menos por cuotas pero no evita la influencia con su poderdante. Pero ésta no respondió al oscuro objeto de deseo de fulminar a su abogado Íñigo Fraile que además sale reforzado por ocuparse del sector norte, mientras el señor Moeckel pretendiente a la batuta única se queda en su Sevilla y periferia. En Castilla dicen ir por lana. ¿Y, no sería más adecuado prescindir de los, personalistas y muy protagonistas, abogados -salvo para los actos jurídicos puntuales- y a partir de ahí intentar una sola asociación? Los toreros tragarían -aún mirándose de reojo-, pero Canorea, Valencia, los Chopera, no. Y tampoco conviene enfadarlos, ni a unos ni a otros. Digan lo que digan. José Antonio Martínez Uranga Choperita, pasa de todo y de todos. En el tipo de la casa. Es el que manda en el toreo. ¿O no? Y sin necesidad de mesarse las canas.

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